domingo, 12 de mayo de 2013

Separación de la Iglesia en el Occidente

Separación de la Iglesia en el Occidente.

Causas que prepararon la separación de las iglesias.
El Imperio Romano en periodos precristiano y cristiano netamente se separaba en dos partes — oriental y occidental. Esta separación estaba condicionada por las diferencias de la población en una y otra parte. En la primera dominaba la población griega, en la segunda — latina ó latinizada, cada una con su carácter particular, dirección de la vida y actividad. La Iglesia Cristiana, que se difundió en todo el Imperio, se separaba en la parte oriental y occidental a causa de diferencias de carácter nacional, costumbres, inclinaciones, punto de vista, etc. Desde los tiempos mas tempranos del cristianismo, vemos en las iglesias oriental y occidental particularidades que las distinguían. La mas visible es la diferencia de la dirección en la educación eclesiástica. Las iglesias orientales, aceptando la participación de la mente en asuntos de la fe, revelaban y explicaban las bases de la fe cristiana por el camino de la ciencia. Las occidentales, por el contrario, negaban la participación de la mente en asuntos de la fe en mayoría de las casos, evitaban investigaciones científicas sobre los dogmas de la fe y en general no se interesaban de cuestiones teológicas abstractas; pero en cambio, prestaban mucha atención a la parte externa del cristianismo — ceremonias, disciplina, dirección, relación de la Iglesia con el estado y la sociedad, etc. El las iglesias orientales, con la resolución de cuestiones dogmáticas, aparecieron las herejías. En el occidente, prácticamente, no había herejías; ante la ausencia de comprensión inteligente del cristianismo solo surgían escisiones. La herejía oriental trataba de refutar a todas las herejías y establecer la enseñanza de la fe ortodoxa sobre principios firmes; la occidental — trataba con todos los medios conservar el orden de la iglesia, colocarse en situación independiente del poder civil y potenciar su influencia sobre la sociedad y el estado. En una palabra, la iglesia oriental tenia sus intereses, y la occidental — los suyos. Esta misma diferencia de intereses y tendencias de la parte oriental y occidental del imperio, los separaba entre si, pero no hasta sentirse ajenas una a la otra, La unidad de la fe, los sacramentos y toda la organización de la Iglesia, durante largo tiempo ligaba en una unidad.
La separación con la ruptura de toda relación de las iglesias occidental y oriental podía ocurrir solo si de parte de cualquiera de ellas se vulneraría la unidad de la fe, los sacramentos y la organización de la iglesia. Para la desgracia de todo el mundo cristiano, la iglesia de occidente vulneró a esta unidad y rompió la unión con la iglesia oriental. De lo arriba expuesto se ve como la iglesia occidental, poco a poco, durante varios siglos, arbitrariamente permitía en si las innovaciones y deformaciones en la parte dogmática, ceremonial y canónica. Así en siglos VI-XI, en todas las iglesias del occidente se afirmó la enseñanza sobre la emanación del Espíritu Santo también del Hijo (filioque). Enseñanzas semejantes, que deformaban las dogmas del cristianismo, la Iglesia Universal, incluyendo a la occidental, siempre consideraba heréticas y a los que las seguían, excluía de su sociedad. Además la iglesia occidental permitió muchos cambios ceremoniales — ayuno el sábado, realización de la Eucaristía sobre pan sin levadura, realización de la oleouncion solo por obispos, celibato del clero, etc. Al fin, en la parte canónica la iglesia occidental permitió una innovación inaceptable, haciendo al papa cabeza y juez supremo de toda la Iglesia Universal. La enseñanza sobre la supremacía del papa, que lo colocaba mas alto que los Concilio Universales, abolió a todas las reglas de la iglesia, instituidas por los Apóstoles y los Santos Padres. Prácticamente esto podía llevar, y en la iglesia occidental llevó, a la deformación de toda la enseñanza de la fe del cristianismo, ya que una sola persona siempre posible de equivocarse, arbitriamente, sin incomodarse por nada, podía introducir nuevas enseñanzas, ceremonias, organización de la iglesia, y así dar a la Iglesia un aspecto diferente que aquel que le fue otorgado por su Fundador Señor Jesucristo y los Apóstoles. Semejantes errores y desviaciones de las reglas generales de la Iglesia, junto con ya existentes diferencias de carácter y dirección de la vida y actividad de las iglesias oriental y occidental, prepararon la separación de la iglesia occidental de su unión con la oriental.

Comienzo de la separación.
Hacia la mitad del siglo IX, se sumaron todas las condiciones para el principio de separación de las iglesias. Como causa sirvió lo siguiente.
Después de la muerte del emperador Teófilo, en 842, el Imperio Bizantino fue encabezado por su hijo de 6 años. Miguel III. Regentes y protectores eran: su madre Teodora, el “carapalato” Teoquistos, el patricio Varda, el hermano de Teodora y el magistro Manuel. Cuando se reanudó la veneración de la imágenes santas al trono patriarcal fue elevado Metodio. Después de su muerte en 846 el trono ocupó el prior Ignacio, hijo del emperador Miguel Rangabeo, conocido por su vida piadosa. Miguel III, cuando llegó a la mayoría de la edad, se entregó a la borrachera y libertinaje, encargando el gobierno a su tío Varda. A su madre, en 854, él destituyó y encerró en el palacio Cariana, y contra la voluntad del patriarca hizo monja a la fuerza en 857. Varda echó a su legitima esposa y vivía abiertamente con su nuera. El patriarca le negó la comunión el día del Bautismo del Señor. Varda odió al patriarca y hablo contra él a Miguel, logrando que esta lo exiliara en la isla de Tenervinf (**). Al trono del patriarcado fue elevado contra su voluntad Fotio, en 857, él tenia cerca de 60 años (su hermano estaba casado con la hermana de Teodora). Fotio se destacaba por su amor a las ciencias y la cultura; antes enseñaba a Miguel y a Constantino el filosofo, y en el ultimo tiempo ocupaba el cargo de primer secretario del estado. En unos pocos días lo hicieron pasar los cargos de iglesia: lector, diácono, sacerdote, y después de obispo. Después de su consagración, Fotio entrego una nota al sínodo de obispos, que él no tomó parte en la destitución de Ignacio y que lo tendrá siempre en estima. Ignacio, a su vez, excomulgó a todos, que no lo reconocían como patriarca. En 859 un concilio local en Constantinopla reprobó la conducta de Ignacio y ratifico a Fotio en el trono. A pesar de los esfuerzos de Fotio, comenzaron las persecuciones de los partidarios de Ignacio, a los que llamaban “acribitas” (**) y consideraban necesario llevar adelante una lucha implacable contra los iconoclastas. De lado de Fotio estaban los llamados “economos”, que trataban a los herejes sin severidad. La enemistas se hacia cada vez mas fuerte. Para terminar con estos desordenes en la iglesia, el emperador Miguel, por consejo de Varda, decidió llamar un gran concilio e invitar al mismo papa Nicolás I.
El concilio debía reunirse en Constantinopla en 861. Se enviaron al papa cartas — invitaciones del patriarca y del emperador. A pesar de que en su carta el emperador no menciona la finalidad verdadera del concilio, Nicolás ya sabia sobre las discordias jerárquicas, y como él tendía a la realización de decretalias falso-Isidoras sobre la plenitud del poder papal, se apresuró a aprovechar la ocasión de constituirse juez de la Iglesia oriental. Envió al concilio dos legados con cartas a emperador y a Fotio. A emperador él escribía, entre otros conceptos y con soberbia, que este actuó contra las reglas de la Iglesia, destituyendo a un patriarca y nombrando otro, sin que el papa lo supiera. En cambio, a Fotio lo acusaba de ambición y una ilegal aceptación de la dignidad de patriarca, ya que las leyes de la Iglesia prohibían elevar a un laico, de golpe, a todas las dignidades eclesiásticas; agregaba, que él, hasta ahora, no lo consideraba patriarca, hasta que sus legados investiguen a todo el asunto.
En 861, en Constantinopla, realmente se reunió el concilio en presencia de legados papales. Pero, contra lo que esperaba el papa, los padres orientales actuaban en forma independiente de su influencia. Ignacio fue reconocido como destituido, y Fotio, como legal patriarca de Constantinopla. Las decisiones del Concilio fueron enviados con legados al Papa para su conocimiento. Fotio agrego, también, su respuesta a la carta del papa, en la cual, con dignidad, explicaba que él recibió la dignidad de patriarca no por ambición, que no lo buscaba, sino que lo obligaron a ser patriarca. En relación con el no cumplimiento de las reglas, Fotio contestó, que estas reglas son decisiones de las iglesias locales y no son obligatorias para la iglesia de Constantinopla, y que hasta en la iglesia de occidente se aceptan estas decisiones. Además Fotio hizo notar al papa, que tan preocupado por la paz en la Iglesia, él mismo la vulnera, ya que recibe a miembros de clero fugados del patriarcado de Constantinopla, que no tienen las notas de presentación. Nicolás fue extremamente disconforme con el resultado del concilio y la carta de Fotio. Él, posiblemente, aceptaría a Fotio como patriarca, si no vería en él un duro adversario a sus deseos de dominación en la Iglesia. Ahora el decide comenzar la lucha con la iglesia oriental, pensando destituir a Fotio y luego someter a su influencia las iglesias de oriente, tal como pasó con las iglesias del occidente. Con ese fin, él escribió una carta al emperador Miguel, en la cual, tomando un tono de juez, dijo, que no acepta las decisiones del concilio sobre Ignacio y Fotio, que él encargo a sus legados de investigar el asunto y no decidir , y que ahora, él considera a Fotio como destituido de la dignidad de patriarca y ordena elevar a Ignacio al trono, sin ninguna investigación, etc. En la carta a Fotio, el papa de nuevo demostraba lo ilegal de su patriarcado y agregaba que si ellos no poseen reglas que prohíban, éstas se encuentran en la iglesia de Roma, que es la cabeza de todas las iglesias y todos deben cumplir sus decisiones.
Después de esto el papa llamo un concilio de sus obispos en 862, en el cual anatemizó a Fotio y restituyó a Ignacio. Además envió una carta general a todos los obispos orientales, ordenandoles de cesar su relación con Fotio y relacionarse con Ignacio. En Constantinopla, lógicamente, no obedecieron al papa. El emperador le mandó una áspera carta, donde sin ambages le aclaró la amarga verdad que se mete en asuntos que no le conciernen y que la iglesia de Constantinopla no reconoce su derecho de ser cabeza y juez de la Iglesia Universal. El papa contestó con una carta igual de áspera y la separación entre las iglesias comenzó.
La cuestión de la dirección de la iglesia de Bulgaria, potenció aun mas, las relaciones adversarias entre las dos iglesias. Como se sabe, el zar Boris de Bulgaria, se bautizó en 864. Comenzaron a bautizarse también sus súbditos. Primeros predicadores del cristianismo en Bulgaria fueron los misioneros griegos, así como la primara jerarquía — obispos y sacerdotes. El temor de caer en una dependencia política y religiosa de Constantinopla hizo que Boris buscara la alianza con la iglesia de Roma, mas todavía porque los predicadores latinos ya llegaron en Bulgaria. Boris en 865 mandó una embajada al papa Nicolás y pidió que envíe a Bulgaria a sacerdotes latinos. Nicolás se alegro y envió a obispos y sacerdotes. Después de esto la jerarquía griega fue expulsada de Bulgaria y su lugar ocupó latina. Los obispos y el clero comenzaron a introducir en las iglesias recién creadas sus errores. Así ellos hacían de nuevo la oleouncion de los búlgaros bautizados, diciendo que la anterior no es valida, pusieron el ayuno en sábado en lugar de miércoles, permitieron los lácteos durante la primera semana de Cuaresma; a los sacerdotes griegos casados llamaban ilegales; enseñaban que el Espíritu Santo proviene de Padre e Hijo etc.
Estas acciones del papa y la conducta del clero latino en Bulgaria causaron una mala impresión en Constantinopla. Fotio reunió un concilio local, condenó a todos los romanos y notificó de esto, a todos los patriarcas orientales, con una carta general, invitándolos a un nuevo concilio para ver los problemas de errores de la iglesia de Roma. El concilio se abrió en Constantinopla en 867. Estaban presentes los representantes de los patriarcas orientales, muchos obispos y el mismo emperador Miguel, con su cesar Basilio el Macedonio. Fotio concretamente reveló ante el concilio todos los errores de la iglesia de Roma y propuso destituir del trono al papa Nicolás, lo cual se decidió pedir que haga el emperador Luis. Las discusiones entre las iglesias pronto tomaron otro cariz. El emperador Miguel III fue muerto gracias a las intrigas de Basilio el Macedonio, quien se hizo emperador. En sus planes políticos no entraba la ruptura con el papa, por eso, decidió destituir a Fotio y reinstalar a Ignacio. Se envió a Roma una carta denigrante para la iglesia oriental. Basilio el Macedonio sometía él mismo la iglesia oriental al papa, entregándole, para ser juzgado, a Fotio y pidiendo la aprobación de Ignacio. Nicolás no llego a ese triunfo — el murió antes de la llegada de la embajada.
Adrián II, el nuevo papa, se apresuró de aprovechar las circunstancias, que se presentaban tan bien para la cátedra de Roma. El llamó en 868 a un concilio en Roma, anatemizó a Fotio y sus seguidores, públicamente quemó las decisiones del concilio de Constantinopla (867) contra Nicolás, que le mando Basilio el Macedonio y luego envió a su legado a Constantinopla para demostrar su poder con la solución definitiva del asunto de Fotio e Ignacio. En Constantinopla en 869 se reunió el concilio (que en occidente es conocido como 8-vo Universal), el Fotio fue destituido y anatemizado, Ignacio restituido, y lo que es peor, en este concilio la iglesia oriental accedió a todas las exigencias del papa y se sometió a él. Los legados, quienes dirigían el concilio, hablaban solo de la supremacía del papa en el espíritu de las decretalias falso-Isidoras, y lograron hasta hacer pasar la definición que el Concilio Universal no tiene derecho de presentar nada contra el papa. Cuando los legados presentaron al emperador las actas del concilio, él las tomó, pero luego las devolvió. En cambio, en la cuestión de la iglesia de Bulgaria, los obispos orientales y hasta el patriarca Ignacio quedaron inflexibles.
A pesar de las exigencias de los legados, después del concilio, en una reunión particular con Ignacio y representantes de los patriarcas orientales, a pesar hasta de las amenazas a Ignacio, los representantes consideraron justo, en orden de gobernabilidad, de someter a la iglesia búlgara a la griega de Constantinopla. Después de la partida de los legados, Ignacio envió a Bulgaria a un arzobispo griego, que fue aceptado allí, bajo la influencia de Basilio el Macedonio. Junto a esto fueron alejados los sacerdotes latinos de Bulgaria. A pesar que Adrián, al conocer eso, prohibía a Ignacio de inmiscuirse en la dirección de la iglesia búlgara, en Constantinopla no le prestaban atención. De manera, que las discusiones entre las iglesias, que habían disminuido, flamearon con nueva fuerza cuando Fotio por segunda vez ocupó el trono en 879.
Fotio después de su destitución en 869 fue enviado en prisión. El soportaba con extraordinaria firmeza a su situación restringida, no cesando de protestar contra el sometimiento de la iglesia oriental a la romana. El logró hasta despertar hacia si, la simpatía de los partidarios de Ignacio y del mismo emperador Basilio, quien lo llamó de la prisión a su corte, y le encomendó la educación de sus hijos. Después de la muerte de Ignacio, el emperador propuso a Fotio de ocupar el trono patriarcal. Ahora Basilio el Macedonio no valoraba mas sus relaciones pacificas con el papa — mas todavía porque el papa de aquel tiempo era Juan VIII, que estaba muy molesto por el ataque de sarracenos a Italia. Por eso, Basilio, no tomando en cuenta la opinión del papa, restituyó a Fotio. Para levantar la condena a Fotio se reunió el concilio en 879. El papa Juan VIII, a pedido del emperador, envió a sus legados. Accedió a reconocer a Fotio como patriarca, pero puso condiciones que Fotio debía reconocer eso como una gracia papal y negarse de dirigir la iglesia de Bulgaria. La primera condición ni fue presentada por los legados, ya que se les hizo entender que Fotio es ya reconocido como patriarca de Constantinopla y no necesita la confirmación papal. En lo que se refiere a la iglesia de Bulgaria, en el concilio se explicó que la delimitación de los diócesis depende del emperador. Así, las condiciones papales no fueron cumplidos. Pero los legados tuvieron que acceder a levantar la condena de Fotio y a la reanudación de sus relaciones con la iglesia de Roma. Ellos hasta no protestaron cuando en el concilio fue leído el Credo de Nicea, sin el agregado — del Hijo (filioque). Se confirmó a no cambiarlo, bajo la amenaza de anatema. El papa Juan VIII, al recibir las actas del concilio y ver que sus exigencias no fueron cumplidas, exigió de emperador a través del legado Martín la destrucción de las decisiones del concilio. A Martín, por sus atrevidas explicaciones en Constantinopla, lo pusieron en prisión. Ahora, el papa vio claramente, que Fotio no le hará ninguna concesión y no se someterá a su influencia. Por eso lo anatemizo de nuevo. Nuevamente comenzó la polémica entre Constantinopla y Roma, y de nuevo comenzó el conflicto. Los papas siguientes también anatemizaban a Fotio, de manera que este juntó hasta doce anatemas papales. La separación entre las iglesias comenzó.

La separación definitiva de las iglesias en el siglo XI.
Después de Fotio, por segunda vez destituido por el emperador León el Sabio, en 886, y hasta la mitad del siglo XI, las relaciones entre las iglesias oriental y occidental eran bastante indefinidas y raras. Se comunicaban con el papa los emperadores Bizantinos solo por razones personales.
Al final, en la mitad del s. XI comenzaron relaciones activas, que terminaron con la separación completa de las iglesias. El papa en ese tiempo era León IX y el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerullario. León IX con todas sus fuerzas trataba de restablecer la vacilante influencia papal, tanto en occidente, como en oriente. Al patriarca de Constantinopla pertenecían algunas iglesias del sur de Italia, y el papa, ante todo, trataba de afirmar allí su influencia. Así en ellas comenzaron a difundirse las opiniones latinas y la costumbre de realizar la Eucaristía sobre pan sin levadura. Además, el papa trataba de prevenir al patriarca de Antioquia contra el Miguel Cerullario. Este, decidió poner fin a las intrigas del papa. Excomulgó a Argir, jefe de ejércitos griegos en Italia, quien colaboró para la Eucaristía sobre pan sin levadura. Cerro en Constantinopla los conventos y templos latinos para que cese la tentación de los ortodoxos, y encargó al arzobispo León de Bulgaria (1053) de escribir una epístola acusatoria contra las innovaciones latinas. Esta epístola llego al papa y causo una gran conmoción en Roma. El papa, a pesar de desear por razones políticas, las relaciones pacificas con el oriente, escribió a Miguel Cerullario en respuesta a la epístola de León de Bulgaria, que nadie se atreva a juzgar a la cátedra apostólica, y que el patriarca de Constantinopla debe tratarla con respeto por las ventajas que le dieron los papas. Como el emperador Constantino Monomaco (1042-54), también por razones políticas, deseaba paz con el papa, la respuesta papal fue recibida con benevolencia. Hasta mas, el emperador y el papa querían afirmar una paz duradera entre las iglesias, y para eso el papa envió a Constantinopla a sus legados. Entre ellos se encontraba el cardenal Humberto, hombre orgulloso y de temperamento corto. El y sus compañeros trataban a Miguel Cerullario con marcada falta de respeto; por eso él se negó de parlamentar con ellos. No tomando esto en cuenta, y confiando en el apoyo del emperador, los legados, bajo pretexto de reconciliación de las iglesias, comenzaron a actuar en favor de la cátedra de Roma. Así, Humberto edito una refutación sobre la epístola de León de Bulgaria y el emperador la difundió entre el pueblo. Por la instigación de los legados, el emperador obligó al monje Nicetas Skifatos, autor de una composición contra los latinos, de quemar su libro. Al fin, los legados, perdiendo la esperanza de someter a su influencia al patriarca, escribieron un acta de excomunión de él y de toda la iglesia griega, acusándola de diferentes herejías. Pusieron este acta, solemnemente sobre el altar, durante el servicio religioso de la iglesia de Sta. Sofía. Luego dejaron a Constantinopla.
El obispo Arsenio en su “Historia de los acontecimientos de la Iglesia,” describe así el acto de los legados. “Y de ahí, los legados papales, cansados de la resistencia del patriarca — como decían ellos — se decidieron a un acto descarado: entraron en la iglesia de Sta. Sofía, y cuando el clero se preparaba para oficiar, el sábado a las 15 horas, colocaron sobre el altar principal el documento de excomunión delante del clero y el pueblo. Saliendo de allí, sacudieron el polvo de sus pies, como testimonio, según la palabra del Evangelio (Mat. 10:14) exclamando: “Que vea y juzgue Dios!” Así presenta este asunto el mismo Humberto. En el acta de excomunión se dice entre otros: “lo que se refiere a los pilares del imperio, honorables y sabios ciudadanos, la ciudad (Constantinopla) es la mas cristiana y ortodoxa. Lo que se refiere a Miguel, ilegalmente llamado patriarca y los defensores de su estupidez, están propagándose en él incontables malezas de herejías.” Luego se los compara con los simonianos-comerciantes (de gracia divina), valesianos-eunucos, arrianos y luchador contra el Espirito (porque sacaron del Credo 'y del Hijo' — cuan mal sabían los legados a la historia!), maniqueos, nicolaitas (por permitir el clero casado), etc. “Por eso, Miguel, por abuso llamado patriarca, neófito, él que solo por temor humano aceptó el habito monacal, y ahora acusado de pesados crímenes, luego León, obispo de Acrido, el sakelario (**) de Miguel, Constantino, que pisó con sus pies el sacrificio latino y todos los que comparten sus errores y orgullo, hasta que vuelvan a la sensatez, junto con los herejes, diablo y sus amigos, que sea anatema, que sea anatema—maranafa, y que no sean considerados cristianos católicos, sino herejes y prozemitas (**), que sea, que sea, que sea.”
El descaro de los legados papales sublevó contra ellos a toda la población de la capital, pudieron salir de allí solo gracias al emperador, quien respetó en ellos el rango de embajadores. El patriarca, en la reunión de su “permanente” sínodo de 12 metropolitanos y 2 arzobispos, y en presencia de otros 7 obispos, que se encontraban entonces en la capital, escribió el 20 de julio una carta conciliar, en la cual condenó las acciones de los enviados papales y a los autores del documento de excomunión, los anetemizó, de lo cual notificó a los otros patriarcas orientales. En esta carta notificatoria se decía, que los legados eran falsos y actuaban sin el conocimiento y representación papal. En realidad el papa León IX, desde el setiembre se encontraba en Benaventes, como prisionero de los nórmanos, y luego, liberado, murió el 19 de abril de 1054, o sea, dos meses antes de la ruptura definitiva. Se puede concluir, que los legados fueron instrumentos de la voluntad del fuerte partido de cardenales romanos y otros enemigos del poder griego en el sur de Italia. En sus acciones ellos se apoyaban sobre los latinos que vivían en el imperio griego, a los cuales justamente mencionó el patriarca.

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