sábado, 18 de mayo de 2013

SAN MERCURIO

SAN MERCURIO




Los soldados mártires conforman, según la tradición Kristiana de los primeros siglos, una categoría especial de santos. Junto con los más famosos de todos ellos: San Jorge, San Demetrio y San Teodoro Stratelatos, San Mercurio es considerado como un modelo de soldado romano que se convirtió en soldado de Kristos luchando por la Fe.

La vida de San Mercurio
Existen muchos relatos sobre la vida de San Mercurio y así, podemos hacer mención de la “Pasión de San Mercurio bajo Decio”, un texto griego que se encuentra en la colección “vitae” del bolandista Hippolyte Delehaye, bajo el número BHG (Bibliotheca Hagiographica Graeca) 1274. Una versión corta de esta “passio” se atribuye a Acacius de Cesarea, que sobre él escribió un panegírico en el siglo IV. A todo esto hay que añadir la tradición copta sobre la temprana vida del santo. Esta versión se inicia de la siguiente forma: San Mercurio nació en el año 225 en Eskentos (Capadocia, en el Asia Menor), en el seno de una familia pagana, siendo su nombre original Philopater, que significa “amante del padre”. Su padre era un oficial escita en el ejército romano, llamado Yares, aunque según otras fuentes su nombre era Gordiano. La conversión de la familia ocurrió después de que a su padre, de manera milagrosa, un ángel del Señor lo salvara de la muerte durante una campaña de caza. Todos ellos fueron bautizados tomando los nuevos nombres de Noah (antes, Gordiano), Safina (su madre) y, respectivamente, Mercurio (antes Philopater). Su vida continuó normal pero recibiendo una educación Kristiana.
Más tarde, Mercurio, al parecer con solo veinte años de edad, reemplazó a su padre en su posición militar uniéndose al ejército romano y ganándose una buena reputación en el manejo táctico de la espada luchando en Armenia en la cohorte de los Martenses (de Martes, el antiguo dios de la guerra), bajo el mando de Saturnino.
La “Pasión griega” comienza con el momento en el que al parecer, no estando ya en Capadocia sino cerca de Roma, Mercurio participó en una lucha, junto al emperador Decio (249-251) contra unos bárbaros que atacaron la capital. Después de varios días de lucha, el arcángel Miguel se apareció a Mercurio sosteniendo una espada resplandeciente y diciéndole: “Mercurio, siervo de Kristos, no tengas miedo. Toma esta espada de mi mano y lucha con ella contra los bárbaros. Cuando regreses victorioso, no te olvides de tu Dios. Yo soy Miguel, el arcángel, a quién Dios ha enviado para que te informe de que debes sufrir por el nombre del Señor. Yo estaré contigo, apoyándote hasta que completes tu testimonio. El nombre de nuestro Señor Kristos será glorificado en ti”. Hay que hacer mención de que Mercurio no entendía en aquel momento qué persona era la que le estaba ayudando. Un texto más ampliado de esta “passio”, que es utilizado en los sinaxarios ortodoxos, dice que Mercurio se asustó y pensó que aquella persona podría ser alguno de los hombres notables de Roma. El santo cogió la espada del arcángel y luchó contra los bárbaros de tal manera que mató a muchos de ellos. Debido a que llevada dos espadas – la suya y la de San Miguel – a Mercurio se le conoce en el mundo árabe con el nombre de «Abu Saifain» (el padre de las espadas).

Icono bizantino del Santo blandiendo las dos espadas y atacando a Juliano el Apóstata. Sobre él, San Miguel y en el fondo, San Basilio.

Cuando Decio se enteró de esta victoria triunfal, nombró a Mercurio general de su ejército y dejó que los soldados descansaran en la ciudad. Aquella misma noche, el ángel lo despertó y le dijo quién era. También le predijo su muerte martirial: “Mira, no te olvides del Señor, tu Dios, porque deberás competir en su nombre como tu acostumbras a hacerlo y ganarás la corona de la victoria en el reino celestial, junto con todos los santos”. En ese momento, Mercurio se acordó del Dios de su padre y de la manera en la que su padre solía orar y se comprometió a confesar al Señor delante de todos.
Al segundo día, Decio quiso dar las gracias a los dioses por esta victoria y llamó a Mercurio para que participara en un consejo. El consejo decidió hacer un sacrificio en el templo de Artemisa, más el día del sacrificio, Mercurio se deslizó entre la multitud para evitarlo, pero de todos modos, no pudo evitar tener una reunión con el emperador al que le habían hecho llegar información de que Mercurio no quería participar en el sacrificio. En ese momento, Mercurio confesó que era leal servidor en la guerra, pero que su único Dios era Kristos y ante todos, confesó que era Kristiano. Debido a esto, fue degradado de su cargo militar y deshonrado.
Decio lo envió a la cárcel hasta el momento en que decidiera que sanción imponerle, pero en esta ocasión, Mercurio fue animado nuevamente por un ángel. De acuerdo con esta “passio” griega, Mercurio comunicó al emperador que su padre era un escita llamado Gordiano y que su nombre original era Philopater. Que había recibido el nombre de Mercurio y que solo el tribuno del ejército lo llamaba así. Dijo que no tenía miedo a las torturas porque “el escudo y la coraza de la fe me protegerán contra todo lo que se decida contra mí”. Ante estas palabras, Decio decidió extenderlo por los brazos y piernas sobre el fuego, pero su sangre lo apagó y de vueltas a la cárcel, fue curado milagrosamente por un ángel que al mismo tiempo lo reconfortó. Al día siguiente, al verlo curado, Decio lo acusó de brujería y ordenó a sus soldados que colgaran a Mercurio boca abajo amarrándole una piedra al cuello. Fue golpeado y quemado con un hierro al rojo vivo. Finalmente, Decio decidió que tenía que morir decapitado pero en su tierra, Capadocia, para que sirviera de ejemplo a los demás. En Capadocia se le apareció el mismísimo Señor y lo llamó al eterno descanso otorgándole la corona del martirio. Fue decapitado el día 25 de noviembre. En el “Acta sanctorum” del mes de noviembre (publicado en la versión del “Synaxarium Ecclesiae Constantinopolitanae”), “Luego, después de haber sido bendecido, Mercurio estaba tan feliz que corrió hacia sus verdugos rogándoles que de inmediato ejecutaran las órdenes del Rey. Luego se arrodilló y dijo: “Señor, no tengas en cuenta este pecado”. Mercurio fue decapitado el 4 de diciembre del año 250.”
Vista del altar lateral consagrado al Santo, bajo el icono se veneran sus reliquias. Iglesia copta del barrio viejo de El Cairo, Egipto.

La veneración de San Mercurio y sus reliquias
Supuestamente, las reliquias del santo permanecieron en una iglesia de Capadocia, pero su culto se extendió rápidamente por Egipto, donde existen muchas iglesias a él dedicadas, entre ellas la de Qas al-Sham, en el Cairo Viejo, iglesia que data del siglo VI.
Un catholicós armenio visitó Egipto durante el patriarcado de Juan XIII (1484-1524) y se llevó parte de las reliquias de San Mercurio a fin de colocarlas en la iglesia antes mencionada situada en el Cairo Viejo. Este acontecimiento es celebrado en el Calendario Copto el día 9 de Baounah (16 de junio). Algunas otras reliquias están distribuidas por otras iglesias, como en el monasterio de Montevergine (Campania) y en la iglesia de San Mercurio en Serracapriola, cerca de Foggia, en Italia. Otras reliquias fueron llevada al monasterio de Vatopedi y a otros diez monasterios del Monte Athos y algunas otras a Grecia. Según la tradición, desde el año 1767, la reliquia del cráneo de San Mercurio se encuentra en la catedral de Râmnicu Vâlcea (Rumanía). Otras están en el monasterio de Horezu, a unos cien kilómetros de Râmnicu Vâlcea y en la iglesia de San Mercurio de Bucarest. La Iglesia Copta posee muchas pequeñas reliquias en muchos templos, especialmente en El Caizo, Giza y Alejandría, en la iglesia copta de Frankfurt y en el monasterio copto de Kröffelbach, ambos en Alemania.

Los milagros acaecidos junto a su cuerpo comenzaron inmediatamente después de su muerte. El se volvió blanco como la nieve emitiendo un dulce olor a mirra e incienso. Fue sepultado en el lugar donde murió y la mencionada “Vita” acredita muchos milagros alrededor de su tumba. De esto se hace mención en “La Vida de Basilio” de Anfiloquio de Iconio, (siglo IX, Bibliotheca Hagiographica Graeca 247) y en las Crónicas de Juan Malalals (del siglo V). Unos cien años más tarde, San Basilio de Cesarea estaba rezando para que los cristianos fueran protegidos de la persecución de Julián el Apóstata (361-363). Ante él tenía dos iconos, uno de la Madre de Kristos y otro de San Mercurio. En ese momento el emperador Julián estaba en guerra contra los persas y mientras oraba San Basilio, vio la lanza de San Mercurio ensangrentada, informándole el santo que en aquel mismo instante había muerto el emperador, asesinado por la lanza de un soldado desconocido. Esta historia está pintada sobre todo en los iconos coptos del santo, donde se le representa con dos espadas y matando con una lanza a Julián; al fondo, aparece San Basilio orando.




Pequeño relicario con un hueso del Santo. Monasterio Hurezi, Rumanía.

Troparion (himno) del Santo

“Tu santo mártir Mercurio, ¡oh Señor! a través de sus sufrimientos ha recibido de ti, Dios nuestro, la corona incorruptible. Para tener tu fuerza, estuvo bajo sus adversarios haciendo añicos la impotente audacia de los demonios. Por su intercesión, ¡salva nuestras almas!”.
Mitrut Popoiu

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