Separación de la Iglesia en el Occidente.
Causas que prepararon la separación de las iglesias.
El Imperio Romano en periodos precristiano y cristiano netamente se
separaba en dos partes — oriental y occidental. Esta separación estaba
condicionada por las diferencias de la población en una y otra parte. En
la primera dominaba la población griega, en la segunda — latina ó
latinizada, cada una con su carácter
particular, dirección de la vida y actividad. La Iglesia Cristiana, que
se difundió en todo el Imperio, se separaba en la parte oriental y
occidental a causa de diferencias de carácter nacional, costumbres,
inclinaciones, punto de vista, etc. Desde los tiempos mas tempranos del
cristianismo, vemos en las iglesias oriental y occidental
particularidades que las distinguían. La mas visible es la diferencia de
la dirección en la educación eclesiástica. Las iglesias orientales,
aceptando la participación de la mente en asuntos de la fe, revelaban y
explicaban las bases de la fe cristiana por el camino de la ciencia. Las
occidentales, por el contrario, negaban la participación de la mente en
asuntos de la fe en mayoría de las casos, evitaban investigaciones
científicas sobre los dogmas de la fe y en general no se interesaban de
cuestiones teológicas abstractas; pero en cambio, prestaban mucha
atención a la parte externa del cristianismo — ceremonias, disciplina,
dirección, relación de la Iglesia con el estado y la sociedad, etc. El
las iglesias orientales, con la resolución de cuestiones dogmáticas,
aparecieron las herejías. En el occidente, prácticamente, no había
herejías; ante la ausencia de comprensión inteligente del cristianismo
solo surgían escisiones. La herejía oriental trataba de refutar a todas
las herejías y establecer la enseñanza de la fe ortodoxa sobre
principios firmes; la occidental — trataba con todos los medios
conservar el orden de la iglesia, colocarse en situación independiente
del poder civil y potenciar su influencia sobre la sociedad y el estado.
En una palabra, la iglesia oriental tenia sus intereses, y la
occidental — los suyos. Esta misma diferencia de intereses y tendencias
de la parte oriental y occidental del imperio, los separaba entre si,
pero no hasta sentirse ajenas una a la otra, La unidad de la fe, los
sacramentos y toda la organización de la Iglesia, durante largo tiempo
ligaba en una unidad.
La separación con la ruptura de toda relación
de las iglesias occidental y oriental podía ocurrir solo si de parte de
cualquiera de ellas se vulneraría la unidad de la fe, los sacramentos y
la organización de la iglesia. Para la desgracia de todo el mundo
cristiano, la iglesia de occidente vulneró a esta unidad y rompió la
unión con la iglesia oriental. De lo arriba expuesto se ve como la
iglesia occidental, poco a poco, durante varios siglos, arbitrariamente
permitía en si las innovaciones y deformaciones en la parte dogmática,
ceremonial y canónica. Así en siglos VI-XI, en todas las iglesias del
occidente se afirmó la enseñanza sobre la emanación del Espíritu Santo
también del Hijo (filioque). Enseñanzas semejantes, que deformaban las
dogmas del cristianismo, la Iglesia Universal, incluyendo a la
occidental, siempre consideraba heréticas y a los que las seguían,
excluía de su sociedad. Además la iglesia occidental permitió muchos
cambios ceremoniales — ayuno el sábado, realización de la Eucaristía
sobre pan sin levadura, realización de la oleouncion solo por obispos,
celibato del clero, etc. Al fin, en la parte canónica la iglesia
occidental permitió una innovación inaceptable, haciendo al papa cabeza y
juez supremo de toda la Iglesia Universal. La enseñanza sobre la
supremacía del papa, que lo colocaba mas alto que los Concilio
Universales, abolió a todas las reglas de la iglesia, instituidas por
los Apóstoles y los Santos Padres. Prácticamente esto podía llevar, y en
la iglesia occidental llevó, a la deformación de toda la enseñanza de
la fe del cristianismo, ya que una sola persona siempre posible de
equivocarse, arbitriamente, sin incomodarse por nada, podía introducir
nuevas enseñanzas, ceremonias, organización de la iglesia, y así dar a
la Iglesia un aspecto diferente que aquel que le fue otorgado por su
Fundador Señor Jesucristo y los Apóstoles. Semejantes errores y
desviaciones de las reglas generales de la Iglesia, junto con ya
existentes diferencias de carácter y dirección de la vida y actividad de
las iglesias oriental y occidental, prepararon la separación de la
iglesia occidental de su unión con la oriental.
Comienzo de la separación.
Hacia la mitad del siglo IX, se sumaron todas las condiciones para el
principio de separación de las iglesias. Como causa sirvió lo siguiente.
Después de la muerte del emperador Teófilo, en 842, el Imperio
Bizantino fue encabezado por su hijo de 6 años. Miguel III. Regentes y
protectores eran: su madre Teodora, el “carapalato” Teoquistos, el
patricio Varda, el hermano de Teodora y el magistro Manuel. Cuando se
reanudó la veneración de la imágenes santas al trono patriarcal fue
elevado Metodio. Después de su muerte en 846 el trono ocupó el prior
Ignacio, hijo del emperador Miguel Rangabeo, conocido por su vida
piadosa. Miguel III, cuando llegó a la mayoría de la edad, se entregó a
la borrachera y libertinaje, encargando el gobierno a su tío Varda. A su
madre, en 854, él destituyó y encerró en el palacio Cariana, y contra
la voluntad del patriarca hizo monja a la fuerza en 857. Varda echó a su
legitima esposa y vivía abiertamente con su nuera. El patriarca le negó
la comunión el día del Bautismo del Señor. Varda odió al patriarca y
hablo contra él a Miguel, logrando que esta lo exiliara en la isla de
Tenervinf (**). Al trono del patriarcado fue elevado contra su voluntad
Fotio, en 857, él tenia cerca de 60 años (su hermano estaba casado con
la hermana de Teodora). Fotio se destacaba por su amor a las ciencias y
la cultura; antes enseñaba a Miguel y a Constantino el filosofo, y en el
ultimo tiempo ocupaba el cargo de primer secretario del estado. En unos
pocos días lo hicieron pasar los cargos de iglesia: lector, diácono,
sacerdote, y después de obispo. Después de su consagración, Fotio
entrego una nota al sínodo de obispos, que él no tomó parte en la
destitución de Ignacio y que lo tendrá siempre en estima. Ignacio, a su
vez, excomulgó a todos, que no lo reconocían como patriarca. En 859 un
concilio local en Constantinopla reprobó la conducta de Ignacio y
ratifico a Fotio en el trono. A pesar de los esfuerzos de Fotio,
comenzaron las persecuciones de los partidarios de Ignacio, a los que
llamaban “acribitas” (**) y consideraban necesario llevar adelante una
lucha implacable contra los iconoclastas. De lado de Fotio estaban los
llamados “economos”, que trataban a los herejes sin severidad. La
enemistas se hacia cada vez mas fuerte. Para terminar con estos
desordenes en la iglesia, el emperador Miguel, por consejo de Varda,
decidió llamar un gran concilio e invitar al mismo papa Nicolás I.
El concilio debía reunirse en Constantinopla en 861. Se enviaron al papa
cartas — invitaciones del patriarca y del emperador. A pesar de que en
su carta el emperador no menciona la finalidad verdadera del concilio,
Nicolás ya sabia sobre las discordias jerárquicas, y como él tendía a la
realización de decretalias falso-Isidoras sobre la plenitud del poder
papal, se apresuró a aprovechar la ocasión de constituirse juez de la
Iglesia oriental. Envió al concilio dos legados con cartas a emperador y
a Fotio. A emperador él escribía, entre otros conceptos y con soberbia,
que este actuó contra las reglas de la Iglesia, destituyendo a un
patriarca y nombrando otro, sin que el papa lo supiera. En cambio, a
Fotio lo acusaba de ambición y una ilegal aceptación de la dignidad de
patriarca, ya que las leyes de la Iglesia prohibían elevar a un laico,
de golpe, a todas las dignidades eclesiásticas; agregaba, que él, hasta
ahora, no lo consideraba patriarca, hasta que sus legados investiguen a
todo el asunto.
En 861, en Constantinopla, realmente se reunió el
concilio en presencia de legados papales. Pero, contra lo que esperaba
el papa, los padres orientales actuaban en forma independiente de su
influencia. Ignacio fue reconocido como destituido, y Fotio, como legal
patriarca de Constantinopla. Las decisiones del Concilio fueron enviados
con legados al Papa para su conocimiento. Fotio agrego, también, su
respuesta a la carta del papa, en la cual, con dignidad, explicaba que
él recibió la dignidad de patriarca no por ambición, que no lo buscaba,
sino que lo obligaron a ser patriarca. En relación con el no
cumplimiento de las reglas, Fotio contestó, que estas reglas son
decisiones de las iglesias locales y no son obligatorias para la iglesia
de Constantinopla, y que hasta en la iglesia de occidente se aceptan
estas decisiones. Además Fotio hizo notar al papa, que tan preocupado
por la paz en la Iglesia, él mismo la vulnera, ya que recibe a miembros
de clero fugados del patriarcado de Constantinopla, que no tienen las
notas de presentación. Nicolás fue extremamente disconforme con el
resultado del concilio y la carta de Fotio. Él, posiblemente, aceptaría a
Fotio como patriarca, si no vería en él un duro adversario a sus deseos
de dominación en la Iglesia. Ahora el decide comenzar la lucha con la
iglesia oriental, pensando destituir a Fotio y luego someter a su
influencia las iglesias de oriente, tal como pasó con las iglesias del
occidente. Con ese fin, él escribió una carta al emperador Miguel, en la
cual, tomando un tono de juez, dijo, que no acepta las decisiones del
concilio sobre Ignacio y Fotio, que él encargo a sus legados de
investigar el asunto y no decidir , y que ahora, él considera a Fotio
como destituido de la dignidad de patriarca y ordena elevar a Ignacio al
trono, sin ninguna investigación, etc. En la carta a Fotio, el papa de
nuevo demostraba lo ilegal de su patriarcado y agregaba que si ellos no
poseen reglas que prohíban, éstas se encuentran en la iglesia de Roma,
que es la cabeza de todas las iglesias y todos deben cumplir sus
decisiones.
Después de esto el papa llamo un concilio de sus
obispos en 862, en el cual anatemizó a Fotio y restituyó a Ignacio.
Además envió una carta general a todos los obispos orientales,
ordenandoles de cesar su relación con Fotio y relacionarse con Ignacio.
En Constantinopla, lógicamente, no obedecieron al papa. El emperador le
mandó una áspera carta, donde sin ambages le aclaró la amarga verdad que
se mete en asuntos que no le conciernen y que la iglesia de
Constantinopla no reconoce su derecho de ser cabeza y juez de la Iglesia
Universal. El papa contestó con una carta igual de áspera y la
separación entre las iglesias comenzó.
La cuestión de la dirección
de la iglesia de Bulgaria, potenció aun mas, las relaciones adversarias
entre las dos iglesias. Como se sabe, el zar Boris de Bulgaria, se
bautizó en 864. Comenzaron a bautizarse también sus súbditos. Primeros
predicadores del cristianismo en Bulgaria fueron los misioneros griegos,
así como la primara jerarquía — obispos y sacerdotes. El temor de caer
en una dependencia política y religiosa de Constantinopla hizo que Boris
buscara la alianza con la iglesia de Roma, mas todavía porque los
predicadores latinos ya llegaron en Bulgaria. Boris en 865 mandó una
embajada al papa Nicolás y pidió que envíe a Bulgaria a sacerdotes
latinos. Nicolás se alegro y envió a obispos y sacerdotes. Después de
esto la jerarquía griega fue expulsada de Bulgaria y su lugar ocupó
latina. Los obispos y el clero comenzaron a introducir en las iglesias
recién creadas sus errores. Así ellos hacían de nuevo la oleouncion de
los búlgaros bautizados, diciendo que la anterior no es valida, pusieron
el ayuno en sábado en lugar de miércoles, permitieron los lácteos
durante la primera semana de Cuaresma; a los sacerdotes griegos casados
llamaban ilegales; enseñaban que el Espíritu Santo proviene de Padre e
Hijo etc.
Estas acciones del papa y la conducta del clero latino en
Bulgaria causaron una mala impresión en Constantinopla. Fotio reunió un
concilio local, condenó a todos los romanos y notificó de esto, a todos
los patriarcas orientales, con una carta general, invitándolos a un
nuevo concilio para ver los problemas de errores de la iglesia de Roma.
El concilio se abrió en Constantinopla en 867. Estaban presentes los
representantes de los patriarcas orientales, muchos obispos y el mismo
emperador Miguel, con su cesar Basilio el Macedonio. Fotio concretamente
reveló ante el concilio todos los errores de la iglesia de Roma y
propuso destituir del trono al papa Nicolás, lo cual se decidió pedir
que haga el emperador Luis. Las discusiones entre las iglesias pronto
tomaron otro cariz. El emperador Miguel III fue muerto gracias a las
intrigas de Basilio el Macedonio, quien se hizo emperador. En sus planes
políticos no entraba la ruptura con el papa, por eso, decidió destituir
a Fotio y reinstalar a Ignacio. Se envió a Roma una carta denigrante
para la iglesia oriental. Basilio el Macedonio sometía él mismo la
iglesia oriental al papa, entregándole, para ser juzgado, a Fotio y
pidiendo la aprobación de Ignacio. Nicolás no llego a ese triunfo — el
murió antes de la llegada de la embajada.
Adrián II, el nuevo papa,
se apresuró de aprovechar las circunstancias, que se presentaban tan
bien para la cátedra de Roma. El llamó en 868 a un concilio en Roma,
anatemizó a Fotio y sus seguidores, públicamente quemó las decisiones
del concilio de Constantinopla (867) contra Nicolás, que le mando
Basilio el Macedonio y luego envió a su legado a Constantinopla para
demostrar su poder con la solución definitiva del asunto de Fotio e
Ignacio. En Constantinopla en 869 se reunió el concilio (que en
occidente es conocido como 8-vo Universal), el Fotio fue destituido y
anatemizado, Ignacio restituido, y lo que es peor, en este concilio la
iglesia oriental accedió a todas las exigencias del papa y se sometió a
él. Los legados, quienes dirigían el concilio, hablaban solo de la
supremacía del papa en el espíritu de las decretalias falso-Isidoras, y
lograron hasta hacer pasar la definición que el Concilio Universal no
tiene derecho de presentar nada contra el papa. Cuando los legados
presentaron al emperador las actas del concilio, él las tomó, pero luego
las devolvió. En cambio, en la cuestión de la iglesia de Bulgaria, los
obispos orientales y hasta el patriarca Ignacio quedaron inflexibles.
A pesar de las exigencias de los legados, después del concilio, en una
reunión particular con Ignacio y representantes de los patriarcas
orientales, a pesar hasta de las amenazas a Ignacio, los representantes
consideraron justo, en orden de gobernabilidad, de someter a la iglesia
búlgara a la griega de Constantinopla. Después de la partida de los
legados, Ignacio envió a Bulgaria a un arzobispo griego, que fue
aceptado allí, bajo la influencia de Basilio el Macedonio. Junto a esto
fueron alejados los sacerdotes latinos de Bulgaria. A pesar que Adrián,
al conocer eso, prohibía a Ignacio de inmiscuirse en la dirección de la
iglesia búlgara, en Constantinopla no le prestaban atención. De manera,
que las discusiones entre las iglesias, que habían disminuido, flamearon
con nueva fuerza cuando Fotio por segunda vez ocupó el trono en 879.
Fotio después de su destitución en 869 fue enviado en prisión. El
soportaba con extraordinaria firmeza a su situación restringida, no
cesando de protestar contra el sometimiento de la iglesia oriental a la
romana. El logró hasta despertar hacia si, la simpatía de los
partidarios de Ignacio y del mismo emperador Basilio, quien lo llamó de
la prisión a su corte, y le encomendó la educación de sus hijos. Después
de la muerte de Ignacio, el emperador propuso a Fotio de ocupar el
trono patriarcal. Ahora Basilio el Macedonio no valoraba mas sus
relaciones pacificas con el papa — mas todavía porque el papa de aquel
tiempo era Juan VIII, que estaba muy molesto por el ataque de sarracenos
a Italia. Por eso, Basilio, no tomando en cuenta la opinión del papa,
restituyó a Fotio. Para levantar la condena a Fotio se reunió el
concilio en 879. El papa Juan VIII, a pedido del emperador, envió a sus
legados. Accedió a reconocer a Fotio como patriarca, pero puso
condiciones que Fotio debía reconocer eso como una gracia papal y
negarse de dirigir la iglesia de Bulgaria. La primera condición ni fue
presentada por los legados, ya que se les hizo entender que Fotio es ya
reconocido como patriarca de Constantinopla y no necesita la
confirmación papal. En lo que se refiere a la iglesia de Bulgaria, en el
concilio se explicó que la delimitación de los diócesis depende del
emperador. Así, las condiciones papales no fueron cumplidos. Pero los
legados tuvieron que acceder a levantar la condena de Fotio y a la
reanudación de sus relaciones con la iglesia de Roma. Ellos hasta no
protestaron cuando en el concilio fue leído el Credo de Nicea, sin el
agregado — del Hijo (filioque). Se confirmó a no cambiarlo, bajo la
amenaza de anatema. El papa Juan VIII, al recibir las actas del concilio
y ver que sus exigencias no fueron cumplidas, exigió de emperador a
través del legado Martín la destrucción de las decisiones del concilio. A
Martín, por sus atrevidas explicaciones en Constantinopla, lo pusieron
en prisión. Ahora, el papa vio claramente, que Fotio no le hará ninguna
concesión y no se someterá a su influencia. Por eso lo anatemizo de
nuevo. Nuevamente comenzó la polémica entre Constantinopla y Roma, y de
nuevo comenzó el conflicto. Los papas siguientes también anatemizaban a
Fotio, de manera que este juntó hasta doce anatemas papales. La
separación entre las iglesias comenzó.
La separación definitiva de las iglesias en el siglo XI.
Después de Fotio, por segunda vez destituido por el emperador León el
Sabio, en 886, y hasta la mitad del siglo XI, las relaciones entre las
iglesias oriental y occidental eran bastante indefinidas y raras. Se
comunicaban con el papa los emperadores Bizantinos solo por razones
personales.
Al final, en la mitad del s. XI comenzaron relaciones
activas, que terminaron con la separación completa de las iglesias. El
papa en ese tiempo era León IX y el patriarca de Constantinopla, Miguel
Cerullario. León IX con todas sus fuerzas trataba de restablecer la
vacilante influencia papal, tanto en occidente, como en oriente. Al
patriarca de Constantinopla pertenecían algunas iglesias del sur de
Italia, y el papa, ante todo, trataba de afirmar allí su influencia. Así
en ellas comenzaron a difundirse las opiniones latinas y la costumbre
de realizar la Eucaristía sobre pan sin levadura. Además, el papa
trataba de prevenir al patriarca de Antioquia contra el Miguel
Cerullario. Este, decidió poner fin a las intrigas del papa. Excomulgó a
Argir, jefe de ejércitos griegos en Italia, quien colaboró para la
Eucaristía sobre pan sin levadura. Cerro en Constantinopla los conventos
y templos latinos para que cese la tentación de los ortodoxos, y
encargó al arzobispo León de Bulgaria (1053) de escribir una epístola
acusatoria contra las innovaciones latinas. Esta epístola llego al papa y
causo una gran conmoción en Roma. El papa, a pesar de desear por
razones políticas, las relaciones pacificas con el oriente, escribió a
Miguel Cerullario en respuesta a la epístola de León de Bulgaria, que
nadie se atreva a juzgar a la cátedra apostólica, y que el patriarca de
Constantinopla debe tratarla con respeto por las ventajas que le dieron
los papas. Como el emperador Constantino Monomaco (1042-54), también por
razones políticas, deseaba paz con el papa, la respuesta papal fue
recibida con benevolencia. Hasta mas, el emperador y el papa querían
afirmar una paz duradera entre las iglesias, y para eso el papa envió a
Constantinopla a sus legados. Entre ellos se encontraba el cardenal
Humberto, hombre orgulloso y de temperamento corto. El y sus compañeros
trataban a Miguel Cerullario con marcada falta de respeto; por eso él se
negó de parlamentar con ellos. No tomando esto en cuenta, y confiando
en el apoyo del emperador, los legados, bajo pretexto de reconciliación
de las iglesias, comenzaron a actuar en favor de la cátedra de Roma.
Así, Humberto edito una refutación sobre la epístola de León de Bulgaria
y el emperador la difundió entre el pueblo. Por la instigación de los
legados, el emperador obligó al monje Nicetas Skifatos, autor de una
composición contra los latinos, de quemar su libro. Al fin, los legados,
perdiendo la esperanza de someter a su influencia al patriarca,
escribieron un acta de excomunión de él y de toda la iglesia griega,
acusándola de diferentes herejías. Pusieron este acta, solemnemente
sobre el altar, durante el servicio religioso de la iglesia de Sta.
Sofía. Luego dejaron a Constantinopla.
El obispo Arsenio en su
“Historia de los acontecimientos de la Iglesia,” describe así el acto de
los legados. “Y de ahí, los legados papales, cansados de la resistencia
del patriarca — como decían ellos — se decidieron a un acto descarado:
entraron en la iglesia de Sta. Sofía, y cuando el clero se preparaba
para oficiar, el sábado a las 15 horas, colocaron sobre el altar
principal el documento de excomunión delante del clero y el pueblo.
Saliendo de allí, sacudieron el polvo de sus pies, como testimonio,
según la palabra del Evangelio (Mat. 10:14) exclamando: “Que vea y
juzgue Dios!” Así presenta este asunto el mismo Humberto. En el acta de
excomunión se dice entre otros: “lo que se refiere a los pilares del
imperio, honorables y sabios ciudadanos, la ciudad (Constantinopla) es
la mas cristiana y ortodoxa. Lo que se refiere a Miguel, ilegalmente
llamado patriarca y los defensores de su estupidez, están propagándose
en él incontables malezas de herejías.” Luego se los compara con los
simonianos-comerciantes (de gracia divina), valesianos-eunucos, arrianos
y luchador contra el Espirito (porque sacaron del Credo 'y del Hijo' —
cuan mal sabían los legados a la historia!), maniqueos, nicolaitas (por
permitir el clero casado), etc. “Por eso, Miguel, por abuso llamado
patriarca, neófito, él que solo por temor humano aceptó el habito
monacal, y ahora acusado de pesados crímenes, luego León, obispo de
Acrido, el sakelario (**) de Miguel, Constantino, que pisó con sus pies
el sacrificio latino y todos los que comparten sus errores y orgullo,
hasta que vuelvan a la sensatez, junto con los herejes, diablo y sus
amigos, que sea anatema, que sea anatema—maranafa, y que no sean
considerados cristianos católicos, sino herejes y prozemitas (**), que
sea, que sea, que sea.”
El descaro de los legados papales sublevó
contra ellos a toda la población de la capital, pudieron salir de allí
solo gracias al emperador, quien respetó en ellos el rango de
embajadores. El patriarca, en la reunión de su “permanente” sínodo de 12
metropolitanos y 2 arzobispos, y en presencia de otros 7 obispos, que
se encontraban entonces en la capital, escribió el 20 de julio una carta
conciliar, en la cual condenó las acciones de los enviados papales y a
los autores del documento de excomunión, los anetemizó, de lo cual
notificó a los otros patriarcas orientales. En esta carta notificatoria
se decía, que los legados eran falsos y actuaban sin el conocimiento y
representación papal. En realidad el papa León IX, desde el setiembre se
encontraba en Benaventes, como prisionero de los nórmanos, y luego,
liberado, murió el 19 de abril de 1054, o sea, dos meses antes de la
ruptura definitiva. Se puede concluir, que los legados fueron
instrumentos de la voluntad del fuerte partido de cardenales romanos y
otros enemigos del poder griego en el sur de Italia. En sus acciones
ellos se apoyaban sobre los latinos que vivían en el imperio griego, a
los cuales justamente mencionó el patriarca.
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