viernes, 30 de mayo de 2014

DIOS TRINIDAD

DIOS TRINIDAD

            De acuerdo con la teología apofática, los Padres griegos afirman siempre que no podemos saber qué es Dios, sino sólo que El Es, que Existe, y esto porque El se ha revelado en la historia de la salvación, y se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este misterio no puede ser deducido de ningún principio, ni explicado por ninguna razón suficiente, puesto que no hay principio ni causa que sean anteriores a la Trinidad. Por eso ninguna especulación filosófica ha podido nunca elevarse hasta el misterio de la Santísima Trinidad. Por eso, también, las mentes humanas no pudieron recibir esta revelación plena de la divinidad más que después de la cruz de Cristo que triunfó de la muerte. El Dios de la Iglesia es el Dios de la experiencia histórica, no el Dios de las hipótesis teóricas y de los razonamientos abstractos. Así la experiencia de la Iglesia nos garantiza precisamente cómo el Dios que se nos revela en la historia no es una existencia solitaria, una mónada autónoma ni una esencia individual. Es una trinidad de hipóstasis, tres personas que tienen una total alteridad existencial, pero también una comunidad de esencia, de voluntad y de energía.
            La revelación de Dios-Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está en la base de la teología cristiana; es la teología misma, en el sentido que los Padres griegos daban a la palabra “teología,” que designaba para ellos, las más de las veces, el misterio de la Trinidad revelado a la Iglesia. La teología oriental, pues, y a diferencia de la teología occidental, no parte de la esencia común a las tres personas divinas, que se realiza en las hipóstasis, sino de las tres personas mismas. El Símbolo de fe no dice simplemente: “Creo en un único Dios,” sino: “Creo en un único Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y en Jesucristo, su único Hijo....”
            Una esencia (ουσια) en tres personas o hipóstasis (υποστασεις). Pero tres hipóstasis consubstanciales (ομοουσιαι). Con el término ομοουσιος la Iglesia quiso expresar la consubstancialidad de los Tres, la identidad misteriosa de la mónada y de la tríada; identidad y, al mismo tiempo, distinción de la naturaleza una y de las tres hipóstasis. Para la Iglesia Dios es consubstancial (una esencia) y tri-hipostático (tres hipóstasis o personas). Fueron sobre todo los Padres griegos del siglo IV, y en especial los Capadocios, los que establecieron esta fórmula y estos términos para intentar conducir a las inteligencias hacia el misterio de la Trinidad. El término ομοουσιος niceno no identifica al Hijo con el Padre en cuanto a la persona, sino solamente en cuanto a la esencia (ουσια). “El Hijo no es el Padre, porque sólo hay un Padre, pero es aquello mismo que es el Padre; el Espíritu no es el Hijo porque viene de Dios, ya que sólo hay un Hijo, el Unigénito, pero es aquello mismo que es el Hijo.”[1]
            Fijándose en primer lugar en la trinidad de personas, los Padres griegos afirman que el principio de unidad en la Trinidad es la persona del Padre. Es principio de las otras dos hipóstasis y al mismo tiempo el término de las relaciones de donde reciben las hipóstasis sus caracteres distintivos: haciendo proceder las personas, establece sus relaciones de origen — generación y procesión — con respecto al principio único de divinidad. Según los teólogos occidentales, las relaciones diversifican la unidad primordial; para los orientales significan la unidad y la diversidad al mismo tiempo porque se refieren al Padre, que es el principio y la recapitulación de la Trinidad. “Hay un solo principio de la divinidad — dice san Atanasio — y, por consiguiente, hay monarquía de la manera más absoluta.” “Dios es uno, porque el Padre es uno,” dice san Basilio. El Padre, fuente de toda divinidad en la Trinidad, produce al Hijo y al Espíritu Santo confiriéndoles su naturaleza, que sigue siendo una e indivisa, idéntica a sí misma en los tres (TEWAHEDO). Confesar la unidad de la naturaleza es, para la teología oriental, reconocer al Padre como fuente (πηγη) única, como principio (αρχη) único, como causa (αιτια) única de las Personas que comparten con Él la misma naturaleza.
            San Juan Damasceno, en su Exposición exacta de la fe ortodoxa, precisa:

“El Padre es incausado e ingénito: no procede de nadie, tiene el ser por sí mismo y nada de lo que tiene proviene de otro. Al contrario, él es para todos la fuente y el principio de su naturaleza y su manera de ser. El Hijo lo es del Padre por generación, y el Espíritu Santo es también del Padre, pero no por generación, sino por procesión [...] Luego todo lo que tienen el Hijo y el Espíritu, y aun su propio ser, proviene del Padre. Si el Padre no fuera, ni el Hijo sería ni tampoco el Espíritu. Si el Padre no tuviera algo, no lo tendría el Hijo ni el Espíritu. Y por el Padre el Hijo y el Espíritu tienen lo que tienen. Sin el Padre no hay ni Hijo ni Espíritu Santo. Si el Padre no tiene una cosa, no la tendrán ni el Hijo ni el Espíritu Santo. Por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen las mismas cosas, excepto la agenesia, la generación y la procesión, porque las tres personas se distinguen entre sí sólo por estas propiedades personales.”[2]

Así, pues, el Padre es αγεννητος, el Hijo es γεννητος, y el Espíritu Santo es εκπορευομενον. Mientras para la teología occidental hay dos procesiones distintas en la Trinidad: el Hijo y el Espíritu Santo, en la teología ortodoxa la procesión, εκπορευσις, es propia sólo del Espíritu Santo. El Padre, ingénito, incausado, engendra, desde toda la eternidad, al Hijo, consubstancial con él. El Padre es también el principio y causa del Espíritu Santo, no por vía de generación, sino de procesión, de ekpóreusis, que es la manera propia del Espíritu Santo en cuanto hipóstasis trinitaria. San Gregorio Nazianceno distingue los términos griegos προιενε y εκπορευεσθαι. El primero, el Espíritu Santo lo tiene en común con el Hijo: “El Espíritu es verdaderamente el Espíritu que procede (προιων) del Padre, pero no por filiación, por generación, sino por εκπορευσις.” [3] El latín tradujo ya desde el principio, desde el texto del Evangelio de Juan, el término εκπορευεσθαι por procedere, el mismo término que traduce más literalmente el verbo προιεναι.
            Pero el hecho de que el Padre sea el único origen y la única causa hipostática del Hijo y del Espíritu Santo, no significa que entre la segunda y la tercera persona no exista relación en cuanto a sus propiedades. Toda relación, en la Trinidad, es necesariamente trinitaria. No se puede afirmar que el Padre engendra al Hijo sin afirmar al mismo tiempo (el Credo dice que Padre, Hijo y Espíritu Santo son conjuntamente adorados y glorificados) que hace venir el Espíritu al mundo. Y, viceversa, el Espíritu procede del Padre y reposa en el Hijo encarnado.
            La relación eterna entre el Hijo y el Espíritu Santo en su origen a partir del Padre, la ha expresado la Iglesia oriental con la fórmula δια του Υιου εκπορευομενον — que vino al mundo gracias al Hijo. San Basilio, en su célebre tratado sobre el Espíritu Santo, dice: “Por el Hijo (δια του Υιου), que es uno, se vincula con el Padre, que es uno, y completa por sí mismo la bienaventurada Trinidad digna de toda alabanza.” [4] Y san Máximo el Confesor: “Por naturaleza, el Espíritu Santo en su esencia tiene substancialmente su origen, εκπορευομενον, del Padre que también engendro al Hijo.”[5] “Dios es siempre Padre — dice san Juan Damasceno — teniendo siempre a partir de él su Verbo.”[6] Es también la confesión hecha en el VII Concilio ecuménico, II de Nicea, en el 787: το Πνευμα το αγιον, το κυριον και ζωοποιον, το εκ του Πατρος εκπορευομενον.[7] [8]
            Decíamos más arriba, a propósito de teología y liturgia, que en ésta se expresa de un modo eminente la teología de la Iglesia Ortodoxa. Toda la doctrina teológica de la Iglesia es vivida y hecha culto en la liturgia. El misterio trinitario es expresado de modo espléndido en la siguiente estrofa, la primera a intercalar entre los versículos del salmo lucernario en el oficio de vísperas de la solemnidad de Pentecostés:

“Venid, pueblos, adoremos la Divinidad en tres hipóstasis: al Hijo en el Padre con el Espíritu Santo. El Padre, desde toda la eternidad, engendra al Hijo coeterno y corregnante, y el Espíritu Santo era en el Padre, glorificado con el Hijo, poder único, única substancia, única divinidad; a ella adoramos diciendo: Santo Dios, que lo has creado todo por el Hijo con el concurso del Espíritu Santo; Santo Fuerte, por quien hemos conocido al Padre y por quien el Espíritu Santo ha venido al mundo; Santo Inmortal, Espíritu Consolador, que procedes del Padre y reposas en el Hijo, Trinidad santa, gloria a ti.”





[1] GREGORIO DE NAZIANZO, Discurso 31 (teológico 5) 9; ed. P. Gallay - Jourjon [SC 250, 292-293]; trad. castellana de J. R. Díaz (Madrid 1995) 230.
[2] De fide orthod., 1,8; ed. Kotter, 18-3 (aquí doy una síntesis).
[3] Discurso 39,12; ed. C. Moreschini - P. Galky [SC 358] (París 1990) 175.
[4] De Spiritu Sancto, 18,45; ed. de B. Pruche [SC 17bis] (París 1968) 408; trad. castellana de A. Velasco (Madrid 1996) 182-183.
[5] Quaestiones ad Thalassium 53 (PG 90,672).
[6] Dialogus contra Manichaeos 5 (PG 94,1512).
[7] MANSI, Acta Conciliorum Oecumenicorum, XII, 1122.
[8] TREMBELAS, Dogmatique, I, 335.

La teología del icono

La teología del icono

            El icono se nos presenta, en la teología ortodoxa, como continuación del mundo sacramental, incluso como formando parte de él.[1] Presencia de lo sagrado, imagen de lo invisible, el icono hace presente la realidad extra-histórica, todo lo que es prototipo de la realidad salvadora. Es también la participación real con lo sagrado, la unión de lo humano con lo divino. A través de una imagen que elabora el hombre se hace visible, presente y operante, la realidad sobrenatural e invisible. Pero, ¿cómo es posible, partiendo de una teología apofática, representar a la Divinidad? Realmente, la Divinidad no puede ser representada. Lo dice bellamente san Juan Damasceno: “¿Cómo hacer una imagen del Invisible? ¿Cómo representar los rasgos de quien no se asemeja a nadie más? ¿Cómo representar aquello que no tiene cantidad ni medida ni límites? ¿En qué quedaría el misterio?” Pero él mismo añade a continuación:

“Si has comprendido que el Incorporal se hizo hombre por ti, entonces es evidente que puedes ejecutar su imagen humana. Porque el Invisible se hizo visible tomando carne, puedes ejecutar la imagen de aquel que fue visto. Puesto que aquel que no tiene cuerpo, ni forma, ni cantidad, ni cualidad, que sobrepasa toda medida por la excelencia de su naturaleza, el que, siendo de naturaleza divina, tomó la condición de esclavo, se redujo a la cantidad y a la cualidad y se revistió de rasgos humanos, graba su imagen sobre la madera y presenta a la contemplación aquel que quiso hacerse visible.”[2]

En el Antiguo Testamento Dios se revelaba por la Palabra. Pero la Palabra (el Verbo) se hizo carne, habitó entre los hombres y fue visto por los hombres (cf. 1 Jn 1:1-3). La encarnación fundamenta el icono, y el icono muestra la encarnación. Y Cristo, en cuanto imagen del Dios invisible (Col 1:15), es el primer y fundamental icono, revelación y rostro de Dios. En él se unen el misterio de Dios que al principio hizo al hombre a su imagen y semejanza, y la condescendencia del Verbo que en la plenitud de los tiempos se hizo semejante al hombre, asumiendo la naturaleza humana. El Espíritu Santo es reconocido por la Iglesia oriental como el iconógrafo interior, aquel que interiormente graba en nosotros la imagen de Cristo y nos lleva hasta la santidad, en cuanto perfecta conformación a Cristo.
            Se comprenderá el aferramiento de los bizantinos a los iconos en las luchas iconoclastas. Atacando los iconos, los iconoclastas ponían en cuestión el misterio mismo de la Encarnación. La defensa de la iconodulia era un capítulo más de la doctrina cristológica que se forjó en los concilios de Oriente.
            Cristo, Dios y Hombre, es representado en figura humana, pero la luz que, en el icono, irradia desde el interior manifiesta su divinidad. Esa misma luz es la que irradian los iconos de la Virgen María, la Theotókos, y de los santos, puesto que, configurados con Cristo, han sido divinizados por la acción santificadora del Espíritu Santo y son como iconos del mismo Cristo. Representando la humanidad deificada de su prototipo, es una persona y no una substancia lo que el icono hace surgir. En una perspectiva escatológica, sugiere el verdadero rostro del hombre, su rostro de eternidad, ese rostro secreto que Dios contempla y en cuya realización consiste la vocación del hombre. Esta perspectiva escatológica es, después de la Encarnación, el otro aspecto del fundamento teológico del icono.

“La representación de la luz increada que transfigura un rostro no puede ser más que simbólica. Pero ésta es la originalidad irreductible de ese arte, que el símbolo se ponga al servicio del rostro humano y sirva para expresar la plenitud de la existencia personal. El simbolismo del icono se funda así sobre la experiencia de la mística ortodoxa: los ojos inmensos, de una dulzura sin escándalo, las orejas reducidas, como interiorizadas, los labios finos y puros, la sabiduría de la frente dilatada, todo indica un ser unificado, iluminado por la gracia. Los santos, en los iconos, están casi siempre de frente: acogen al que los mira y lo atraen a la oración, pues ellos son oración y el icono lo muestra. La luz y la paz penetran y ordenan sus actitudes, sus vestidos, el ambiente que los rodea. La luz del icono simboliza la luz divina. No proviene de un foco preciso. Está en todas partes, en todo, sin proyectar sombra: sugiere a Dios mismo haciéndose luz por nosotros. De hecho, es el fondo mismo del icono a lo que los iconógrafos llaman ‘luz.’”[3]

El Padre no puede ser representado, puesto que A Dios nadie le vio jamás; el Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado (Jn 1:18), porque Cristo es la imagen del Padre: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre (Jn 14:9). El Espíritu Santo sólo puede ser representado de la manera como se manifestó: como paloma y como lenguas de fuego. El misterio de la Trinidad, revelado por Cristo en el Nuevo Testamento, queda simbolizado en la representación de los tres personajes-ángeles recibidos en hospitalidad por Abraham.
            El lugar de los iconos es la liturgia y el templo, de donde han nacido y a donde conducen. Las expresiones más altas de la teología y de la espiritualidad del icono están íntimamente relacionadas con la celebración misma de la liturgia donde la presencia de los iconos es la epifanía o manifestación de la comunión de los santos, del cielo presente en la tierra. El icono forma parte de la liturgia; no es, sin embargo, un “objeto sagrado” del culto. El icono, como decía al principio, entra de lleno en el mundo sacramental, es como un sacramento, que establece una comunión entre Dios y los hombres, entre el cielo y la tierra. El icono, por lo tanto, no tiene solamente un valor pedagógico; tiene, sobre todo, un valor mistérico, en él reposa la gracia divina. Todo el templo, decorado con frescos e iconos, es un signo, una imagen, de realidades superiores, a las cuales, en la celebración litúrgica, los fieles se sienten transportados, cumpliéndose aquello de que la liturgia es el cielo en la tierra.
            Hay que reconocer que la iconografía ortodoxa conoció una profunda decadencia, en Rusia desde el siglo XVII, en Grecia en el XIX, y adoptó del Occidente un arte religioso, a menudo también decadente, y que nada tenía que ver con la auténtica tradición iconográfica bizantina. Pero modernamente ha visto renacer la tradición propia, acorde con la teología y la espiritualidad bizantinas. Un renacimiento que coincide con el descubrimiento y el interés creciente por parte del Occidente latino — el mismo que, en tiempos carolingios, había refutado, sin comprenderla, la iconografía bizantina — por este mismo arte y esta misma mística.




[1] Sobre los iconos existe una abundante bibliografía. A las dos obras citadas en la bibliografía general: P. EVDOKIMOV, El arte del icono, y L. OUSPENSKY, Théologie de l’icone, se puede añadir: E. Ros, Reflexión sobre el icono sacro bizantino (Barcelona 1984); A. M. GASOL LLORENS, El icono: rostro humano de Dios. Historia, arte, espiritualidad (Lérida 1993); E. SENDLER, L’icone. Image de l’invisible. Éléments de théologie, esthétique et technique (París 1981); y la colección de opúsculos Iconostasio, de G. PASSARELLI, en traducción castellana publicados por Publicaciones Claretianas de Madrid (diversos fascículos ya publicados); CH. SCHÜNBORN, El icono de Cristo. Una introducción teológica (Madrid 1999). Centrado en las grandes festividades bizantinas, y con una gran profusión de ilustraciones, cabe citar el libro de G. PASSARELLI, Iconos, festividades bizantinas (Madrid 1999); V. IVÁNOV, El gran libro de los iconos rusos (Madrid 1990).
[2] Or. pro sacris imaginibus (PG 94,1239).
[3] O. CLÉMENT, La Iglesia, p.147-148.

lunes, 5 de mayo de 2014

ENTRADA TRIUNFAL - DÍA DE LA VICTORIA

ENTRADA TRIUNFAL - DÍA DE LA VICTORIA

..... Hoy es un día en que Etiopía está extendiendo sus manos a Dios en alegría y gratitud nos muestra su felicidad a sus hijos .....




Gente de mi país y especialmente mis fieles soldados !
No hay labios humanos que puedan expresar la gratitud que siento hacia el Dios misericordioso que me ha permitido estar en medio de ustedes en este día el cual los ángeles del cielo y de la creación de la tierra nunca podrian haber pensado ni conocido. Antes que nada quiero decirles y hacerles entender que este día es un día en el que comienza un nuevo capítulo en la historia de la Nueva Etiopía. En esta nueva Era una nueva obra está iniciando que es deber de todos nosotros llevar a cabo.
Si deseamos ser una reminiscencia de la tribulación que sobrevino Etiopía durante los últimos años, sólo hablaremos de su historia reciente.
Cuando Etiopía, que ha conservado su independencia durante muchos miles de años, fue atacado en 1888 CE (1896 Calendario gregoriano) por Italia, que había lanzado sus planes agresivos contra ella durante muchos años antes con la intención de destruir su libertad, sus valientes hijos lucharon en Adowa y ella salvó su independencia. El Tratado de Wuchali ( Uccialli 1889) no fue la única causa de la batalla que se libró en Adowa. Fue sólo un pretexto para el constante deseo que Italia había tenido de gobernar Etiopía. Aunque la gran guerra europea interfirió con sus planes por un tiempo, y a pesar de sus protestas externas de amistad, Italia ha revelado en los últimos años, los preparativos que había estado haciendo contra Etiopía después de su derrota en Adowa, es a causa de su resentimiento que la justicia prevaleceria contra ella.
Cuando Italia comenzó a hacer una guerra de agresión contra Etiopía, aunque sabíamos que no estábamos tan bien armados como ella, fuimos en su contra con las capacidades que pudimos reunir, porque era nuestro deber el de resistir a un enemigo que habia venido con el fin de incautar nuestro país. Pero ya que era evidente que ella estaba empeñada en exterminar a nuestro pueblo con el gas venenoso, cuyo uso fue prohibido por el derecho internacional, fuimos a apelar a la Liga de las Naciones y a reclamar justicia. Como se temía que esta hostilidad iniciada por Italia podría propagarse por todo el mundo, y
como era una época en que todos los que estaban a cargo de la responsabilidad del gobierno estaban tratando de salvar al mundo de la catástrofe que ya se habia abatido, ellos estuvieron trabajando para lograr la comprensión del mundo para evitar la propagación del incendio. En ese momento nuestro verdadero amigo, Gran Bretaña, nos recibió con simpatía. Yo me quedé allí trabajando, pero estaba constantemente en espíritu con mis compatriotas cuya sangre estaba siendo inutilmente derramada, y despiadadamente arrojada a manos de los italianos; estaba junto con los monasterios e iglesias que estaban siendo quemados; junto con quienes se vieron obligados a refugiarse en países extranjeros; y junto con los que sufren y están afligidos en el desierto, en las cuevas y en los bosques de su tierra natal. Miles perecieron.

¿Cuántos son los jóvenes, las mujeres, los sacerdotes y los monjes que los italianos masacraron sin piedad durante estos años ? Ustedes saben que en Addis Abeba solamente muchos miles perecieron durante los tres días siguientes al día de San Miguel en Yekatit 12 , 1929 ( 19 de febrero 1937 ). La sangre y los huesos de aquellos que fueron asesinados con palas y picos, de los que se dividió con hachas y golpeó hasta la muerte, atravesados por las bayonetas, golpeados y apedreados, de los que fueron quemados vivos con sus pequeños hijos en sus hogares, de los que perecieron de hambre y sed en la prisión han
estado clamando por justicia. Todo el mundo sabe que este acto de barbarie y crueldad no fue perpetrado sólo en Addis Abeba, sino que más especialmente en las provincias de Etiopía. No hay casi nadie que no haya sido capturado y golpeado, pateado, humillado y encarcelado.

Ahora vamos a pasar a la nueva historia que está delante de nosotros.
Hace cinco años que las fuerzas fascistas entraron en nuestra ciudad capital.
Entonces Mussolini anunció al mundo que había establecido un imperio romano en nuestro país, Etiopía. Él creía que la tierra que él declaró que había conquistado siempre estaría en sus manos. El heroísmo del pueblo etíope es conocido en la historia. Pero como no teníamos el puerto a través del cual accedíamos a la importación de armamentos modernos necesarios para nuestro pueblo, no pudimos obtenerlos. Cincuenta y dos naciones condenaron a Mussolini por su obra. Pero se jactó de su hecho violento y no prestaba atención a su condenación. Los últimos cinco años han sido años de oscuridad para ti, mi pueblo. Pero nunca perdiste la esperanza, y poco a poco la propagaste en las colinas etíopes.
El enemigo nunca se atrevió a acercarse a las montañas en las que ustedes estaban porque, soportando cada buque duro y aflicción, ustedes, los guerreros de Etiopía, salvaguardaron su libertad durante los últimos cinco años. Pero a pesar del hecho de que el no podía conquistar el país, aun asi gasto muchos miles de millones de liras, diciendo que estaba civilizando lo que no podía contener. El gastó todo ese dinero no porque deseaba mejorar la condición del pueblo etíope oprimido o para mitigar la injusticia que había hecho. Es porque quería establecer una colonia fascista en nuestra tierra sagrada de
Etiopía y de imponer en ella el reino de opresión que él había planeado.
Él trató de exterminar a la raza etíope, sin siquiera tener en cuenta la idea de darle a la administración de un mandato o de un protectorado, que en todo caso habría sido considerado un yugo pesado para un pueblo libre. Pero todo el dinero que se podía contar, con los mil millones y todos los armamentos preparados sirvieron a un propósito que Mussolini nunca tuvo la intención de llevar a cabo. En el momento en que Italia reveló sus intenciones de entrar en la guerra con el fin de ser capaz de arrebatarle a la derrotada Francia tanto como le fue posible, el número de soldados, la cantidad de dinero y las armas que había enviado a Etiopía fue enorme. Las tropas regulares que ella concentró no fueron menos de 250000; ella también acumuló provisiones para muchos años en caso de que fuera rodeada. Confiando en, y jactándose de la invencibilidad de esta fuerza militar,
el gobierno fascista procedió a la plantación de un régimen totalitario en nuestro país. Pero sucedió algo que el gobierno fascista no tuvo en cuenta. El espíritu de lucha que es esencial en la guerra moderna se reveló en ustedes.

Adversarios formidables
Ustedes fueron capaces de destruir a un enemigo que era superior en número y equipo, porque ustedes son un pueblo poseedor de valentía y de misericordia y porque cooperaron y conocían las estratagemas de la guerra.
Las tropas británicas, que luchaban por los derechos humanos en otros frentes de la guerra, necesitaban tiempo para estar listos para acudir en ayuda de Etiopía y liberarla. Pero ustedes, guerreros de Etiopía, acosaron al enemigo, cortaron sus comunicaciones, los acosaron y los restringieron a sus fortificaciones.
A pesar de las grandes cantidades de tropas en las que el puso su confianza, se dio cuenta de que el pueblo etíope, de un extremo al otro de él y su gobierno lo odiaban. También sabía que era imposible para él vivir en un país y en medio de un pueblo así. Incluso usando gas venenoso y bombas, y por sus atrocidades el ya no podria esperar disfrutar de un señorío de un país cuyo interior fue socavado.
Se dio cuenta de que los soldados que lo rodeaban eran adversarios más poderosos que él. Gastó el dinero y la osadia que se le dio para el encuentro de sus adversarios. Luego miró a su alrededor, si acaso podía encontrar algún lugar donde pudiera esconderse en Etiopía, pero no pudo encontrar refugio.
Cuando llegó el momento, nuestro gran aliado, el gobierno británico, se preparó para lanzar un ataque adecuado contra nuestro enemigo. Tan pronto como supe de esto partí de la lejana tierra de Sudán que nos confina en el oeste, y entré en el centro de Gojjam. En Gojjam nuestro enemigo había fortificado posiciones fuertes, poderosas tropas, aviones y artillería. Al comparar el número de nuestros soldados con los del enemigo nos dimos cuenta que teníamos un soldado por cada 20 de los suyos. Por otra parte, no teníamos artillería y aviones de los que podríamos disponer a voluntad. El hecho de que Yo me encontraba en medio de mis guerreros, a la vez atrajo a muchos miles de hombres. Y el miedo y la ansiedad de nuestro enemigo se incrementaron en esa medida. Mientras que mis soldados hostigaban y cortaban las comunicaciones del enemigo y después de haber
conducido sus tropas a través del Abbai ( Nilo Azul ), fueron persiguiéndolos hacia Shoo y Begamder, en ese momento oí la buena noticia que las tropas imperiales británicas tenían, con una velocidad incomparable, ocuparon nuestra ciudad capital y se empujaron hacia Dessie en el Norte y en el Sur Jimma. De la misma manera, las tropas que partían de Sudán destruyeron la fortaleza de Keren con fuerza maravillosa y derrotaron completamente al enemigo. Y como llegó la hora de mi regreso a mi capital Reuní a mis soldados que estaban dispersos en todas las direcciones en la búsqueda de nuestros enemigos, y me encontré en mi capital el dia de hoy. Estoy extremadamente feliz de haber podido llegar aquí a la cabeza de mis soldados, el enemigo que ha sido encontrado en mi camino ha sido derrotado, y se ha roto el poder del rival común. Estoy profundamente agradecido a Dios Todopoderoso que me encuentro hoy en medio de ustedes en mi palacio, del cual el gobierno fascista ha huido.

Un nuevo día
Gente de mi país , Etiopía!
Hoy es un día en que Etiopía está extendiendo sus manos a Dios en alegría y gratitud, y revela su felicidad a sus hijos. Este día, en el que el pueblo de Etiopía se libera del yugo extranjero opresor y la servidumbre eterna y en el cual estoy capacitado para unir a mi pueblo, a quienes amo y que he anhelado, será honrado como un día de fiesta que se
conmemorará anualmente como un Gran Aniversario de Etiopía. En este día vamos a recordar a esos guerreros heroicos que, decididos a no rendirse a la gran carga transmitida a ellos por su Padre, realizaron sacrificios, derramando su sangre y rompiendo sus huesos por la libertad de la tierra que amaban y por el honor de su Rey de Reyes y su bandera. La historia de Etiopía será testigo de estos nuestros guerreros.
Las tribulaciones y aflicciones que nos acontecieron durante los últimos cinco años y que no pueden ser relatadas y contadas con detalle será una gran lección para todos nosotros, y con la industria, la unidad, la cooperación y el amor grabado en sus corazones, serán un gran incentivo para que ustedes puedan ser, mis colaboradores en los asuntos de Etiopía que tengo en mente. En la Nueva Etiopía Quiero que sean un pueblo indiviso y dotado de libertad e igualdad ante la Ley.
Ustedes tendrán que unirse a mí en mis esfuerzos para la prosperidad del país, para las riquezas de los pueblos, para el desarrollo de la agricultura, el comercio, la educación y el aprendizaje, para la protección de la vida y los recursos de nuestro pueblo, y para la perfección en las líneas modernas de administración del país.
Es mi firme deseo y propósito hacer merito a la bendición con que Dios en su misericordia nos ha visitado, en primer lugar, al mostrar nuestra gratitud a nuestros aliados, los británicos, por la liberación de los soldados imperiales para combatir al enemigo común en otros frentes, y mediante el suministro de tropas siempre que puedan ser necesarias; en segundo lugar, para hacer un trabajo beneficioso para el pueblo y el país mediante el establecimiento en nuestra Etiopía de un gobierno que proteja la Fe y hacer que se respete, y garantizando la libertad de las personas y la Libertad de conciencia.
Lo que yo finalmente anuncio a ustedes, mi gente, es que hoy es un día de regocijo para todos nosotros. Hoy es un día en el que derrotamos a nuestros enemigos. Por lo tanto, cuando decimos Alegrémonos todos con el corazón no sea nuestra alegría de cualquier otra manera que en el espíritu de Kristos. No devolviendo mal por mal. No caer en las atrocidades que el enemigo ha estado practicando en su forma habitual, incluso hasta el último momento.

Tengan cuidado de no estropear el buen nombre de Etiopía por actos que son dignos del enemigo. Veremos que nuestros enemigos serán desarmados y enviados de la misma manera que vinieron. Como San Jorge que mató al dragón es el Patrón de nuestro ejército así como el de nuestros aliados, vamos a unirnos con nuestros aliados en la amistad eterna y la amabilidad con el fin de poder estar de pie contra el dragón impío y cruel que ha surgido recientemente y que está oprimiendo a la humanidad. Les exhorto a considerarlos como a un hermano y un amigo y a mostrarles su amabilidad y consideración.

~ Discursos seleccionados de H.I.M. Haile Selassie I
05 de mayo 1941 - p. 332-339